11/24/2012

si tu étoile au ciel


Si tu étoile au ciel
                              Je ciel de l’étoile

Si tu nuit de perle de lune 

                                          Je lune cette nuit de miel

Si tu mur, mur blanc, mur noir
                                                 Je pierre, pierre de neige, pierre d'ébène


Si tu paysage l’horizon

                                       Je feuilles et arbres de ton ombre

Si tu fleur et corole
                                 J’insecte le nectar au calice


Si tu plaine ondulante sous le vent
 


                                                        Je vent qui ondule sur la plaine 

Si tu côtes argentines

                                J’atlantique patagonique

Si tu source au fond de l’eau
                                                Je miroir ton visage







11/22/2012

Exposición Giacometti , I


Giacometti, el suizo.

A distancia y tan cerca
Fantasmas inexpugnables,
Su flexibilidad enraizada en el bronce.
−Cierra los ojos, visitante,
y artista vuelva a mirar: surgen espectrales
Anclados en la tierra y la piedra.
Presencia, fragilidad del lienzo,
De cuerpos que caminan.
Cuerpos espejados en otros cuerpos
Cruzan el aire con el mismo paso,  
Surcan el tiempo del hombre,
En caracteres del pasado, presente y futuro.

 
Despertar siempre en marcha
El furor de las manos,
Y al mismo tiempo fijos.
Ni vacilación, ni desavenencia,
El espíritu sube oceánico
En brazos, olas afianzadas;
Profundas escenas reabriéndose.

 
El aire alrededor
Las paredes derrumbadas
El espacio se despliega en un torso
Vencedor del vértigo,
Erguido hasta en el reposo.
Ramificarse mil y una veces
Desde tiempos remotos,
Ahora y hacia el mañana.

A través de esa mirada siente
La delicia y el suplicio de vivir
Y la pasión despertar de un sueño gastado.

 
El camino se llena de espacios gigantes
Donde brillan oscuros ojos en eclipse de bronce.
La vida ahora y la muerte lejos
Se funden en una eternidad presente.

En un bosque de troncos circula la savia,
Asoma el alba de un claro
Grano por grano esculpido
Dulce como una mirada amada:
Tres figuras, una cara atrás observa.
Senos moldeados, muslos carcomidos,
Muslos y senos en el dolor del hierro.
Pies afirmados, sin oscilar su destino
En su peso justo de piedra de lava
Estallada en el manantial del silencio.
Cristal de roca femenina, esbelta,
Enmarcada por aristas y transparencias.
A ras del corazón mi vista se nubla.

 
Mundo primero, intacto y des-nudo
Que nos dan estos pocos instantes;
Mundo sin par en que el arte, sol y oro,
 
Cielo y bronce, nos destina tan alto.
 
Lo sabíamos desde el principio
Nos guiaba un astro frágil en su universo.
Antes que él llegara ¿podía

La sangre ser vida, amor y bronce?

 

 

(Domingo, 18/11/2012)

11/19/2012

LA SEÑORA



Con la mano izquierda me agarro a un gancho que cuelga bailando y miro afuera. La avenida Las Heras corre en zigzag bajo las ruedas del colectivo. Frenadas, bocinazos, paradas, puteadas que se prolongan entre dos pasajeros y el chofer, sonrisas cómplices e irónicas entre pasajeros que presencian la lección de filosofía nuestra, porteña. Unas voces se elevan, alumnos que se rebelan desde distintos asientos en el aula contra el maestro que conduce y sus dos epígonos.
Me aíslo de esa algarada colectiva. Otra filosofía, nada más. El semáforo está en rojo. Imponente en mis ojos se eleva el hongo de cemento y vidrio de la biblioteca nacional; por la derecha subiendo, luego bajando, Agüero, calle y muelle donde amarrado por la proa se eleva el edificio transatlántico de cinco puentes con balcones de estilo francés. La rotonda da lentas vueltas de carrusel techado de follaje primaveral, da lentas vueltas con sus cochecitos, motos y bicicletas. Galileo sube en diagonal y adoquines a la derecha. Seca la cascada de peldaños donde baja despacio Copérnico; si hay lluvias cae en aguas. Las calles son así, se van y vienen. Te quedas solo o las acompañas. Vos elegís, elijo yo.
Se corre un joven apoyado contra una de las ventanas del colectivo. Es cuando me doy vuelta para reposar la espalda en el lugar dejado libre que me encuentro cara a cara con la señora. Con su mano derecha ha agarrado fuerte el gancho, en la tibieza de mi mano que acaba de soltarlo.
Llamo al silencio entre la señora y yo. ¿Vendrá? Viene. “¿Quién habla, vos o yo?” nos preguntamos uno al otro. Sonrío. La señora desvía la mirada. Sonrío por Ella. La señora no sabe. Ella que añoro hasta extinguirme en el grito de la langosta mientras espera para morir. La señora me mira. ¿Cómo se sigue frente a Ella no agonizándome. “No es lo que ella quiere” me reta el silencio arrojándome el guante y sigue “Si da lo mismo”, me codea, “Habla vos, seguimos siendo uno hasta que vos digas.” Me impaciento, “Bueno, la vamos a llamar la señora, y Ella es ella”.
La señora me mira. Tiene el cabello rubio como lo tenía ella, corte mediano cayendo en mechas rizadas. En el lado derecho, una hebilla perlada sujeta un mechón liso de pelo de oro. Mueve la cabeza y ondula el pelo de ella. Viste elegante la señora, saco negro, y pantalón negro con finas rayas blancas, medias beige claro que se iluminan en un descubierto del empeine, zapatos negros. Es más alta que ella. “¿Y si le sacamos los zapatos negros de tacos gruesos  medianamente altos?” Eso no se borra. Ella aparece. Qué no se borre. Temblor en mí. Mueve la cabeza. “¿Quién?” “Cómo si no supieras”: en la nuca el pelo de ella cae sobre el cuello del saco de la señora.
Miro la señora. Ella me pregunta con su mirada fija: “¿qué miras?” Entre la señora y yo ese juego del cual ella que tiene las reglas y calla la respuesta que ensobra en una sonrisa. Ella distrae la mirada de la señora hacia adelante del colectivo. ¿Celosa ella? Me perfila el lado izquierdo de la cara, luego hacia atrás el derecho. Ella sigue el juego. En los párpados de la señora, sus mejillas y sus labios, arrugas nacientes y tenaces. Es natural, el tiempo huella. Sí, huella. Los carros tirados a caballo en el camino de tierra llevan a la casa de mi abuelo. Cada día sucede. Después de mucho pasar los carros, los surcos aparecen. Trazan otro camino, encima del que llegó al mundo hace mucho con tierra lisa de piel de recién nacido. Los carros de grandes ruedas de madera cercados de hiero ya no siguen pasando. Ella caminó alegre entre los surcos profundos del camino de tierra que llevaba a la casa de mi abuelo. No sabrá más; ni de arrugas sabrá. Eso no es natural. Silencio callado, presente y sangre, decime cómo hacés para callarme y que no grite.
En una frenada brusca la señora se tambalea como una hoja que se va a desprender de la rama que la sostiene. Me despego de la ventana. Mi mano se apoya en su mano. Ella se agarra firme en el poste arriba del timbre. “No me pareció que la frenaba daba para tanto” me susurra el silencio. Con el coche detenido la señora recobra su posición erguida.

−Discúlpeme señora. –Me resbalé - le digo a ella

−No es nada, señor. −No seas tonto - me dice ella riéndose y empujándome contra la ventana del colectivo porque me deje caer sobre ella - lo hiciste a propósito.

Montevideo, Santa Fe. El colectivo toma por Cerrito. Cruza Marcelo T. de Alvear. Es un segundo: la señora  suelta el gancho, se da vuelta, se escurre despacio entre la gente. “Sentí algo”, anota el silencio, “hondo, oculto. Algo quedado para morirse en tí, ¿una tristeza? Una más, una menos. No volverá”. La señora se detiene cerca de la puerta. Ella me agarra del brazo para retenerme. “Tenemos que bajar” me escucho decirle a ella que me frena: “No es la parada todavía, siempre ansioso, vos, ¿O qué te pasa?” Claro que sabe ella. La señora no. No tiene porqué.
Ahora me acerco a la puerta. La próxima es, tocó el timbre. La señora que todavía no bajó está a mi lado, apenas agachada otea hacia adelante el horizonte cuando pasamos por Córdoba. “¿Busca un edificio, una imagen que recuerde y le indiquen donde bajar? “¿A vos, te parece nerviosa, intranquila?” me interroga una voz silenciosa.
Me bajo antes de llegar a Tucumán. Cruzo la calle y mientras atravieso la explanada de cemento y vidrio sobre el costado del teatro Colón me pregunto si la señora se bajara en la parada siguiente, si entrara por Lavalle al teatro, si la encontraré en el concierto, si...
La busco a ella en la cola que se forma detrás de mí. Ella siempre llega tarde o justo sobre la hora.“Es que sos ansioso” en eco me parece escuchar que me repite ella. “Ella no vendrá. No es ella la que vendrá” ¿Quién me habla?


(03  de octubre 2012)

11/03/2012

Vuelve el sueño (Serie D)

 

Vuelve el sueño en el sueño de luz de luna
Amarra su nave solitaria de otras lunas
Vuelve desde noches negras reflejadas
en luz de sábana
de cara dolorida de indiferencia sin ira
De ir y venir sin irse nunca.
Así de simple difícil entender
Vuelve el sueño emergiendo de su ansia
su franja más ancha se espeja y me desaparece
se alejan la tierra y la luna
el cielo y el mar se retiran

Vuelve el sueño en el sueño de luz de luna
Desde noches el silencio sin dormir
clavados los dos en el cielo macizo y negro
No hay magia, imágenes hay
Volvió el sueño Ahí llega
Polvo de estrellas
En el río se hace recordar
La oscuridad cae sobre el mundo
 
Que volvería
sin saber cuándo volviera
Cuando llegó sólo ví
un índice flaco
nudoso y fuerte luego

Recuerdo la noche sin sueño
ni es ronca ni respiro da
Azota  con bronca de mar el murallón de piedra
Sin sosiego de golpe sentado de pie te encontrás
no sabes por qué
luminosas y frías luces indefinibles
Ni maullido ni ladrido
Ni el calor ni caerse a un pozo
La noche sin sueño mirándome sin miedo sin odio
joven y desgranada rueda grita la noche sin sueño
no querés verla. Está.
Golpea, en el pecho es piedra
el chasquido infernal de las primeras gotas
Volvió el sueño del sueño de luz de luna
La amodorrada letanía del agua
Encuentra el sueño la forma de su concavidad.
 
 
 

Una luz baja...


Una luz baja hacia la oscuridad
baja curvada, anciana
tiene miedo y duda
el bastón inseguro
entre el crepúsculo y la noche
Una primavera de cielo bajo
estremecida apenas
por una leve brisa,
de cielo enrollado en nubes
tronadas a lo lejos,
ruedas de un carro tirado a caballo
que vuelve; todavía
distante queda el hogar.
Hasta morir suspira
La sombra en los brazos de la lluvia
que se oye y no se ve.
Ni un ala vuela. Sólo
se inclina la hoja,
sube y baja
pluma  bailarina
gota tras gota.
Brazos  estirado
Desnudos, cansados,
las horas bostezan
en la boca grande abierta
del reloj de pared
El tiempo hinchado de viento
de la noche negra
se desliza entre las sábanas
el  cielorraso blanco
Se apaga en los párpados
De la ostra que se cierra
Sobre su luna perlada.
Silencio nocturno y cristal
Olvido de mirada clara que sueña
No hay muerte donde tiembla la vida
En la noche agua argentina.

 
(lunes de lluvia 29/10/2012)


 

10/29/2012

Vivir del vivir no del durar


De vivir del vivir
no del durar

El milagro del tiempo

nacimiento en manantial.
Morder la vida

su piel Suave
sorber de la sangre

la esperanza
atizar  en su fuego

el calor de la inocencia
y la fuerza.

Hombre, mujer mortales
desde los comienzos

y siempre mañana.
Lejos la limitada vida

que junta y separa.
El hoy es eterno deseo

murmuro interior
añejo, viajero y va lejos.

Brota multicolor
arcoíris en flor

luz de agua y de océano
playa astral de los ojos

estrellas del cuerpo.
La ilusión nace y anida

no se niega, está
y crece en lo profundo del ser.

Su reverso acecha,
emerge como humo

torciendo hasta la piel
a la superficie del cuerpo
la carne en el vientre,
atormenta el pensamiento.
En ambos siente el hombre
que da demadio
y requiere lo imposible.
Escuchar eso, sin miedo
hasta llegar hondo
al lo más hondo
si se quiere
vivir del vivir
no del durar.



10/21/2012

A mi hija


I

Mi hija tiene cuatro años y medio. Su cuerpo está alzado hasta la cintura sobre la mesa de fórmica de la cocina. Su codo derecho apoya en la mesa y su mano reposa su cabeza. Con la otra mano dibuja en un papel líneas rojas, amarillas, negras, azules y más colores. Deja blancos. Muchos. Está confundida.

II

Mi hija no dibuja. Traza gruesas líneas. Se le rompen las puntas. Puntas rotas se desparraman sobre el papel, sobre la mesa. No domina su fuerza sobre el papel. Es ese día. Tiene menos de cuatro años y medio. Su país está en guerra.

III

Las bombas de colores estallan sobre el papel. Se elevan montículos de tierra marrón, negra, verde. No hay flores. Los rojos no son. No hay un ser en la hoja. La tierra los entierra. Vivos, muertos. Quedan menos blancos. El papel se llena de tierra abierta. Las esquirlas puntiagudas cubren su mano. No se limpia.

 
IIII (por el alto reloj péndulo de mi abuelo, por el reloj de barco que Judith encontró)

 
La guerra es crimen. La guerra de Resistencia de mi padre. La guerra esa. Ese día.

V

Recuerdo ese día hoy. Otra vida. De vidas que hicieron mi vida. Cada día despierto a la vida. Cada día muero. Un día no voy a nacer. Hoy no. Morir sí. Mañana no sé. Lo sé. Vivir veintitrés horas cincuenta y ocho segundos, y dos segundos morir. Morir es entrar. Un pasaje. El sueño ya es nacer, viajar en mí; ver lo verdadero, los ojos cerrados, velado una vez abiertos. Morir será morir. Un segundo.

VI

Esas cosas no se dicen. Se escriben. O no se escriben nunca. La memoria. Y otras cosas. No escribir. Sufrir ausencia de sí. Definitiva. Para los que amo. Que están, que no están.

 
VII

Mi hija sabe eso. La miré dibujar la guerra en la mesa de fórmica de color blanco de la cocina sobre un papel blanco. La tierra rota multicolor. Las esquirlas de oro, plata, rojas sobre la hoja, la mesa y su mano. No quedaron blancos. El negro sobre el azul, el cielo. Fue ese día. No, no estaba confundida.