Giacometti,
el suizo.
A distancia y tan cerca
Fantasmas inexpugnables,
Su flexibilidad
enraizada en el bronce.
−Cierra los ojos, visitante,
y artista vuelva a mirar: surgen espectrales
Anclados en la tierra y la piedra.
Presencia, fragilidad del lienzo,
De cuerpos que caminan.
Cuerpos espejados en otros cuerpos
Cruzan el aire con el mismo paso,
Surcan el tiempo del hombre,
En caracteres del pasado, presente y futuro.
Despertar siempre en marcha
El furor de las manos,
Y al mismo tiempo fijos.
Ni vacilación, ni desavenencia,
El espíritu sube oceánico
En brazos, olas afianzadas;
Profundas escenas reabriéndose.
El aire alrededor
Las paredes derrumbadas
El espacio se despliega en un torso
Vencedor del vértigo,
Erguido hasta en el reposo.
Ramificarse mil y una veces
Desde tiempos remotos,
Ahora y hacia el mañana.
A través de esa mirada siente
La delicia y el suplicio de vivir
Y la pasión despertar de un sueño gastado.
El camino se llena de espacios gigantes
Donde brillan oscuros ojos en eclipse de bronce.
La vida ahora y la muerte lejos
Se funden en una eternidad presente.
En un bosque de troncos circula la savia,
Asoma el alba de un claro
Grano por grano esculpido
Dulce como una mirada amada:
Tres figuras, una cara atrás observa.
Senos moldeados, muslos carcomidos,
Muslos y senos en el dolor del hierro.
Pies afirmados, sin oscilar su destino
En su peso justo de piedra de lava
Estallada en el manantial del silencio.
Cristal de roca femenina, esbelta,
Enmarcada por aristas y transparencias.
A ras del corazón mi vista se nubla.
Mundo primero, intacto y des-nudo
Que nos dan estos pocos instantes;
Mundo sin par en que el arte, sol y oro,
Cielo y bronce, nos destina tan alto.
Lo sabíamos desde el principio
Nos guiaba un astro frágil en su universo.
Antes que él llegara ¿podía
La sangre ser vida, amor y bronce?
(Domingo, 18/11/2012)